Coachella cierra su primer acto con un canto global: del country de Post Malone a los corridos de Junior H

Redacción

 

Música

Coachella no es solo un festival, es una experiencia que desborda los sentidos. Monumental, abrumador y frenético, este encuentro musical en el desierto californiano de Indio volvió a demostrar por qué es el epicentro de la música global. Con casi 170 presentaciones, más de 120 mil asistentes y ocho escenarios repartidos en casi tres kilómetros cuadrados, el evento se despidió de su primer fin de semana consolidando su capacidad de fusionar lo mainstream con lo local, lo global con lo íntimo.

Uno de los momentos más electrizantes llegó el domingo por la noche con Post Malone como protagonista. El cantante neoyorquino, en uno de los shows más intensos del festival, se adueñó del escenario principal con una propuesta en la que el country —género central de su más reciente álbum F-1 Trillion— se mezcló con pop, rap y su inconfundible sello emocional. Sin invitados, pero con toneladas de carisma, Malone brindó un espectáculo que combinó desenfado y vulnerabilidad. “Me llamaban ‘one hit wonder’”, recordó entre aplausos. “Pero si tú no crees en ti mismo, nadie más lo hará”.

Antes que él, brillaron otras figuras como Megan Thee Stallion, que encendió la noche con la aparición sorpresa de Queen Latifah. Pero uno de los actos más comentados fue el del mexicano Junior H, único artista latino en pisar el escenario principal durante el fin de semana. Antonio Herrera Pérez —su nombre real— no estuvo solo: lo acompañaron más de veinte músicos, además de Tito Doble P y Peso Pluma. Su interpretación de corridos tumbados provocó ovaciones y “¡vivas a México!” que resonaron más allá del desierto, confirmando que lo regional mexicano ya dejó de ser “regional”.

La presencia latina, aunque limitada, fue contundente. El Malilla causó furor el sábado en el escenario Sonora, con colas interminables y un público que coreaba sus letras en español. Entre bromas con contenido migratorio y guiños al contexto político de EE. UU., el joven artista reafirmó el poder del lenguaje y la identidad cultural en un espacio dominado por lo anglo.

Los venezolanos Rawayana llevaron la fiesta tropical al desierto, acompañados por Danny Ocean, mientras que los argentinos Ca7riel y Paco Amoroso sorprendieron con una participación especial junto al maestro Gustavo Dudamel y la Filarmónica de Los Ángeles. Incluso la joven gaditana Judeline, de apenas 22 años, impregnó de esencia andaluza su presentación con castañuelas y “vivas a Jerez”, apostando por mostrar su raíz ante un público mayoritariamente estadounidense. “Lo interesante aquí no es tocar para quienes ya te conocen, sino conectar con gente nueva”, confesaba a El País.

El domingo también brilló la electrónica con acento español de Dennis Cruz. El DJ madrileño llenó el escenario Yuma con más de 5.000 personas mientras competía en horario con Tiesto. Sin nervios, pero con precisión quirúrgica, Cruz explicó que preparó su sesión de 90 minutos —corta, en comparación con sus maratones de Año Nuevo— a partir de una selección de más de 100 pistas. Para él, actuar en Coachella es un reto que exige lo mejor: “Estar aquí es realmente difícil, pero la producción es de las mejores del mundo”, aseguró.

La jornada final fue ideal para explorar sonidos, descubrir nuevos artistas o simplemente dejarse llevar por el ambiente, más relajado tras el sofocante calor del viernes. Con menos “grandes nombres” en cartel, el domingo fue un espacio para lo inesperado, para bailar con DJs, para probar géneros desconocidos y para quedarse con alguna canción pegajosa que acompañe la semana… al menos hasta que Coachella vuelva a abrir sus puertas el próximo viernes, con más polvo, más botas vaqueras y la promesa de volver a mezclar lo global con lo íntimamente local.

Fuente: El País