Por: Nitzia Marisol Soriano Virafuentes
La política económica surge en la búsqueda de controlar los niveles de crecimiento, inflación y desempleo para maximizar el bien común (Parkin, 2010). A pesar de que estas variables son excluyentes entre sí, la autoridad monetaria y fiscal de cada país define parámetros que puedan garantizar la sostenibilidad del sistema en el tiempo .
México es un país rico en términos culturales, de recursos naturales y de talento humano; empero la brecha de desigualdad, la inequidad y la pobreza han mermado su crecimiento y su desarrollo económicos. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL) el porcentaje de personas en situación de pobreza es de 41.9% y en pobreza extrema de 7.4% para su estudio en 2018
La pobreza vista desde la perspectiva multidimensional permite analizar y observar la estratificación que existe en el contexto mexicano y la manera en que el estudio del acceso a oportunidades igualitarias cobra relevancia en una economía como la mexicana.
La movilidad social se refiere a los cambios que sufre una persona en sus condiciones socioeconómicas (CEEY, 2015). Por ejemplo, en 2019 el 74% de los mexicanos que nacieron en condiciones de pobreza, no lograron salir de ella; se vieron limitados por su lugar de origen, la riqueza de su hogar, su tono de piel, entre otros (CEEY, 2019).
Siendo las personas nacidas en hogares de la región sur (Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán y Quintana Roo) enfrentan mayores limitantes para salir de las condiciones de pobreza. Solo el 14% de esta región logra acceder a una movilidad social ascendente.
Lo anterior, demuestra que las condiciones iniciales en la vida de una persona determinan su avance en movilidad social; la falta de homogeneidad en los hogares mexicanos, en términos de acceso a bienes, salarios equitativos y seguridad social, ocasiona que el lugar de origen contribuya a que la pobreza sea heredada.
La relación positiva que existe entre movilidad social y crecimiento (Hassler y Rodríguez, 2000) refuerza la necesidad no solo de diseñar herramientas que hagan más eficiente la distribución de oportunidades sino también, de crear un entorno educativo, social y económico en el cual dichas oportunidades puedan existir.
Hoy más que nunca, el diseño de las políticas públicas debe enfocarse en objetivos aterrizados y focalizados en las regiones que más lo requieran. No solo en términos de subsidios entregados, sino con evaluaciones de las condiciones iniciales y las condiciones posteriores al desarrollo de la política para evidenciar el impacto generado o las áreas de mejora para los programas y lograr verdadero desarrollo económico sostenible.
La eliminación de la desigualdad de oportunidades dará la pauta a las personas para competir a través de su esfuerzo y capacidades para obtener resultados que abonen no solo a tener un país más productivo, sino a tener un país más desarrollado y que ofrezca mejores condiciones de vida para todos (CEEY, 2019).